Hace tres décadas, Nanni Moretti nos regaló una joya cinematográfica que se convirtió en su obra más emblemática, “Caro diario”. En esta película, nos paseaba en su icónica Vespa por las calles de Roma, nos llevaba a remotas islas del sur de Italia en busca de serenidad sin éxito y compartía su historia personal, desde un inofensivo bultito hasta el diagnóstico de linfoma de Hodgkin. “Caro diario” no solo lo consagró como director, sino que también lo convirtió en un personaje arquetípico en su propia filmografía, un Woody Allen latino con menos neurosis pero más politizado y con un humor absurdo e impredecible.
Hoy, después de tres décadas y con 70 años cumplidos, Nanni Moretti nos presenta su decimocuarto largometraje, “El sol del futuro”. Aunque esta vez cambia su icónica Vespa por un patinete eléctrico, el espíritu y el tono de su clásico de 1993 se mantienen intactos.
En “El sol del futuro”, Moretti interpreta a un prestigioso director de cine que lucha por sacar adelante su nueva película. La trama se sitúa en 1956, cuando un circo húngaro, patrocinado por la delegación local del Partido Comunista Italiano (PCI), se instala en Quarticciolo, un barrio militante de Roma que acaba de celebrar la llegada de la electricidad a sus calles. Ennio, un redactor del diario comunista L’Unità, interpretado por el actor fetiche de Moretti, Silvio Orlando, se convierte en el anfitrión de los circenses. Sin embargo, esta visita coincide con la invasión soviética de Hungría y desencadena un debate sin precedentes dentro del PCI: seguir siendo leales a las directrices de Moscú o distanciarse de la brutalidad totalitaria.
Así, el espectador de “El sol del futuro” se encuentra con dos películas en una. Por un lado, la película que Giovanni, el personaje de Moretti, está rodando, donde Ennio se debate entre la lealtad al partido y las demandas de libertad de sus camaradas, mientras lucha con sus propios dilemas existenciales. Por otro lado, la película que es el propio rodaje, marcado por malos presagios y conflictos personales. La esposa de Giovanni, Paola, trabaja por primera vez para una productora coreana y desea divorciarse después de cuarenta años de matrimonio. Su hija mantiene una relación con el embajador de Polonia, un hombre mucho mayor que ella, y la actriz principal de la película política de Giovanni quiere convertirla en una historia de amor.
Giovanni se enfrenta a la nueva realidad del mundo audiovisual, donde las películas son cada vez más violentas y las plataformas de streaming exigen velocidad y giros constantes en el guión. En un intento por mantener su originalidad, Giovanni da lecciones, obstaculiza rodajes ajenos y somete a los demás, incluido el espectador, a los rigores de su singularidad. Sin embargo, a medida que interactúa con quienes lo rodean, comienza a cambiar tanto su película en proceso como su propia vida, que parecía encaminarse hacia el fracaso.
Cuando Giovanni busca financiamiento en Netflix para terminar su película, recibe una respuesta negativa. Le argumentan que su guión es demasiado lento y carece de momentos impactantes que sorprendan al espectador, algo que definitivamente no se puede decir de las películas de Nanni Moretti.
En “El sol del futuro”, Moretti rinde homenaje al gran Federico Fellini en múltiples ocasiones. Lo vemos cantar en varias escenas, hacerse unos largos mientras dirige a su equipo, llamar a Renzo Piano para discutir la violencia en el cine contemporáneo y bailar frenéticamente en un emotivo tributo a Battiato. Además, organiza un desfile final que celebra la revolución húngara que nunca ocurrió, donde participan personajes icónicos de su filmografía, incluido incluso Berlusconi. Esta conmovedora escena evoca claramente el “8 y medio” de Fellini, con un gran Marcello al frente.
“El sol del futuro” es una obra magistral de Moretti, una película que resonará con los amantes del cine y los cineastas por igual. Es un recordatorio de que el cine no necesita giros sorprendentes para ser impactante; a veces, lo más profundo y conmovedor se encuentra en la exploración de la humanidad y la vida misma. Nanni Moretti nos lleva de regreso a la esencia del cine, demostrando una vez más por qué es uno de los directores más influyentes y queridos del cine italiano y mundial. Una auténtica obra maestra que merece ser apreciada y celebrada.