“Mi crimen” ( Mon crime, 2023) de François Ozon,
Nadia Tereszkiewicz, Rebecca Marder, Isabelle Huppert, Fabrice Luchini, Dany Boon.
“La protesta nace de la ausencia de justicia. La sociedad francesa está dominada, viciada por los hombres franceses; a las mujeres nos consideran menores de edad en cuanto a nuestros derechos y adultas en cuanto a nuestra culpa”, defiende el personaje de Pauline (Rebecca Marder) en un momento del filme.
A Ozon le ha salido esta vez una comedia de enredo de época muy disfrutable gracias a unos personajes, como repite el juez Rabusset (Fabrice Luchini), “adorables” y a un guion que juega con los clichés al tiempo que sorprende. Ozon se traslada al París de los años treinta, a la casa de dos jóvenes amigas que sufren la miseria de intentar abrirse paso en la sociedad parisina a pesar de los obstáculos de ser mujeres y pobres. Ozon propone una escenografía teatral, pero la rueda como el cine clásico y, entre medias, salpimienta con guiños meta cinematográficos que la alejan de un clasicismo anquilosado. Recuerda, en cierta manera, a las comedias noir de Woody Allen, pero con la sofisticación de un humor francés que no le va a la zaga..
El film es un mix entre Agatha Christie, Hitchcock, las comedias de Hawks, Wilder (hay un homenaje) o Lubitsch y si su primera parte es notable, sube y mucho a partir de la aparición de una especie de Gloria Swanson pero más cínica y humorística de Odette Chaumette (Isabelle Huppert), excesiva como la diva que es, como bruja vengadora de todas aquellas mujeres de las que, en su juventud, los hombres se aprovechan y a las que, en su madurez, los hombres desechan.
Muy entretenida, excelentemente interpretada, guion muy elaborado, bien cuidada en todos sus aspectos, utilizando la dupla Color y B/N de forma muy interesante y tocando muchos más temas de actualidad pese a su corte clásico y homenaje a los años 30.