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La pasión de Juana de Arco

Elogio y gloria del primer plano. Vista ayer esta memorable obra de arte .”La pasión de Juana de Arco” fue rodada por Dreyer en los estertores del cine mudo. Se estrenó en 1928 después de un costoso año de rodaje. Es un film con dos historias, por una parte la que cuenta el proceso judicial y martirio de Juana de Arco, y por otra parte la de las propias vicisitudes del proceso de producción y distribución del film.Cuando la Société Génerale des Films le propuso al director danés tres temas para una gran producción sobre la vida de un personaje histórico francés le dieron a elegir entre Catalina de Medicis, Maria Antonieta y Juana de Arco. Posiblemente, aunque hubiera optado por otra que no fuera “la doncella de Orleans”, Dreyer hubiese acabado realizando la misma obra maestra de radicalidad cinematográfica. Porque más que el personaje histórico lo que le interesaba era el símbolo, y La pasión de Juana de Arco es una película no sobre una mujer real del siglo XV, sino sobre la piedad y el mal, sobre el poder de la creencia en una causa.. Para narrar el último día de vida de Juana de Arco, Dreyer gastó siete millones de francos en decorados. ¿Para qué? Nadie lo sabe. Porque la película está rodada y montada con el mayor número de planos cortos de la Historia del cine. Su uso es toda una lección de Cine . Casi todos los planos son primeros o primerísimos primeros planos de Juana y sus jueces. Los mandamases de la productora francesa debieron tirarse de los pelos al ver que los caros escenarios construidos para el film no lucían en ningún momento. La verdad es que el despilfarro cometido por Dreyer no tiene explicación, porque al ver la película queda claro cuál era su intención: narrar de una manera nunca vista, con la mayor frugalidad, centrándose únicamente en la expresividad de los rostros sin maquillaje, en la fuerza del encuadre, en el ritmo de un montaje que jugaba a romper la lógica del contraplano y que colocaba al espectador ante una experiencia nueva de entender el discurrir de una narración cinematográfica. El ejercicio narrativo de Dreyer en su Juana de Arco es el máximo exponente de un cine desprovisto de todo adorno, depurado hasta lo más íntimo del celuloide y del espectador en formación, solo una trama mínima en imágenes para tratar un tema. La experiencia de ver “La pasión de Juana de Arco” casi un siglo después sigue provocando una desasosegante sensación. La película puede encontrarse con acompañamiento musical, así la vi yo ayer, sin embargo, es aconsejable sumergirse en ella sin música alguna. Si la versión que encuentran lo tiene, simplemente, silencien su reproductor. Todo indica que el propio Dreyer, después de meditarlo, optó por la opción de que la película fuera totalmente muda, a fin de que el misticismo que destila adquiera en el silencio una repercusión emocional de mayores dimensiones. Dejarse llevar por el ritmo de los primeros planos de Maria Falconetti, la expresiva actriz que interpretó el papel de Juana, deja un recuerdo imborrable. Si además tienen la suerte de dar con una proyección en gran pantalla, no dejen escapar la oportunidad de ponerse ante la monumentalidad de esos planos subyugantes.