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El triangulo de la tristeza

Excelente sátira de las que yo llamo “ventilador”, reparte para todos sin distinción.
“El triangulo de la tristeza” (Triangle of Sadness, 2022) de Ruben Östlund.
Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Sunnyi Melles.
“El triángulo de la tristeza”, Gran Premio del pasado Festival de Cannes, es un juego de contrastes: una película en la que lo importante es poner patas arriba el orden establecido. Lo vemos desde las primeras secuencias en las que se insta a un hombre joven y atractivo a recauchutarse con bótox y quien poco después da cuenta de la banalidad de su relación con su pareja, ambos bellos influencers, a la que aspira pedirle matrimonio aunque todo sea pura patraña.
Se disecciona el mundo de las apariencias (sensacional la pareja de adorables ancianos experta en granadas y minas antipersona y su desenlace), la dicotomía entre el capitalismo y el marxismo y cómo los aforismos y las realidades han terminado uniendo los polos opuestos y cómo la opulencia termina por desequilibrarlo todo.
Excelente el diálogo entre el. Capitán del barco, perfecto Woody Harrelson y el multimillonario ruso. El americano comunista y el ruso capitalista. Los ricos en la picota, los roles sexuales en entredicho, los pobres o la pobre, mejor dicho, tomando el mando en la tercera parte en la isla.
La primera es el mundo de la moda, sensacional inicio. Segunda parte en el crucero de lujo, vómitos y comida sofisticada.
Como es habitual en las películas del cineasta, la idea no es hacernos reír a carcajada limpia, sino diseccionar una sociedad abúlica y cada vez más hundida en su hedonismo. Son algunos los que disfrutan de los grandes privilegios de una economía desahogada, pero en verdad es a lo que aspira todo el mundo: tener poder… no para cambiar las cosas y generar un sistema más justo sino para usarlo.
No deja de ser hilarante ver salir un géiser dorado de las bocas de los ricachones, pero está en la línea alta de películas , enarbolando la bandera de la crítica social que no deja títere con cabeza.
Östlund traza una crónica de la caída de las clases pudientes haciendo naufragar su crucero de lujo. Su comedia corrosiva hace el resto gracias a su capacidad para llevarlo todo a un terreno de civilizada brutalidad.
Todos los momentos en los que el guión ataca sin pudor a la sociedad materialista y hedonista en la que vivimos. Tira con bala.
“in den wolken” (“en las nubes”) y “mierda” son las frases recurrentes de este film a lo Monty Pyton o el Buñuel más surrealista.
Para mí un film excelente del director sueco, que ya obtuvo la Palma de Oro en 2017 por “The Square”. Corrosivo, cínico, crítico, apabullante, excesivo y que se pasa por el forro los moralismos o ese progresismo adoctrinante tan cerrado como el de los conservadores, también objeto de bufa sin reparos ni freno.
El final a la altura. Magnífico.
*En memoria de Charibi Dean de 32 años.
La protagonista. Fallecida en agosto del 2022