Debido al confinamiento obligatorio al que me veo estos días y sin poder acudir a ver cine donde más me gusta ,la Sala Oscura de la Gran pantalla , pude ver ayer en programa doble seguido en un canal de Classics (todo un descubrimiento para mí) dos excelentes películas de dos grandes del Cine que tenía un lejano recuerdo una y otra la desconocía.
La primera fue “El Sabor del sake” (1962) del gran maestro japonés Yasujiro Ozu con Chishu Ryu, Shima Iwashita, Shinichiro Mikami, Keiji Sada, Mariko Okada ,como protagonistas. La delicadeza de Ozu , su aparente sencillez , su profundidad, su limpia mirada . La última película de Ozu es otra obra maestra más .
Alguien definió la melancolía como la alegría de estar triste , y El sabor del sake es un poco así, la acabas de ver con la sensación de que la vida es bonita pero triste, y eso a su vez te reconcilia contigo mismo y también con la vida. Desarrollada prácticamente como un remake de “Primavera tardía” (1949), cuenta las vicisitudes de una familia formada por un padre viudo y una hija de 24 años que empezarán a replantearse su futuro, en una sociedad cambiante, pero que aún lucha –débilmente– por mantener sus raíces alejadas del riego de la Coca-Cola .
La emoción constante y la extraordinaria calidad visual son de nota El sabor del sake se cocina a fuego lento, como todo el cine de Ozu. No hacen falta grandes acontecimientos para transmitir esa sensibilidad propia del director. Cada encuadre parece diseñado al milímetro.
A continuación vimos una de las primeras película de Jean Pierre Melville y también la primera dentro de su filmografía del noir o el polar del que era su mayor abanderado. Se trata de”Bob, el jugador”(1956) .Ese inicio, ese lento despertar de la ciudad, de Pigalle, de Montmartre con la estupenda fotografía de Henri Decae. Godard adoraba este film ,tanto que se llevó para su debut al mismísimo Decae . Nos cuenta la historia de un atraco en donde el protagonista, un Dandy de los bajos fondos Robert Montagné, alias Bob, el jugador (Roger Duchesne), ya pagó a la Justicia su peaje años atrás, un peaje del que le han quedado diversas relaciones en el mundo del hampa y una sincera amistad con el Comisario Lebru (Guy Decoble), al que en su momento le salvó la vida. Vive recorriendo Montmartre y Pigalle, solo por y para el juego, una tarea, gane o pierda, a la que se dedica compulsivamente, mientras mantiene, camino de la vejez, su elegante apariencia de dandi y su generosidad, protegiendo a jóvenes como Paulo (Daniel Cauchy), un joven canalla hijo de un antiguo amigo, o a Anne (Isabelle Corey), una joven que deambula, libre de moral o prejuicios, el ambiente peligroso de Pigalle, en tanto que desprecia a rufianes y proxenetas como Marc (Gérard Buhr)y siempre con el descapotable recorriendo Paris . Cuando las pérdidas del juego le sitúan en situación incómoda, alguien le sugiere dar un golpe, un atraco a las bien repletas arcas del Casino de Deauville. Bob lo planea con esmerado pedigrí profesional, pero se cruzará tanto su inevitable pasión por el juego como la traición de un soplón y los ajustes de viejas rencillas.
Muchos dicen que es un film menor de Melville con lo que no estoy de acuerdo , el personaje protagonista por si solo sostiene la película pese a que le sobran las explicaciones sobre el en una voz en off innecesaria totalmente .
Melville filma siempre desde la distancia de la comprensión, de la intimidad nunca confesada con Bob, con miradas cruzadas o propias, leal, desafiante, un punto fijo en la vida errante de Bob, una secreta Estrella Polar labrada en el amor y la generosidad.
